Los precursores: H.G.Wells

 Entre las subespecies de la ciencia ficción, la hard science-fiction ocupa un lugar preponderante. La expresión no tiene traducción literal adecuada. Hard, en inglés, tanto vale como dura o rigurosa. La abreviamos con las iniciales H. S-F, y la circunscribimos a todas esas obras en las que el rigor científico de la hipótesis está presente a pesar de la anécdota empleada por el autor. Es una combinación de ciencia y literatura.
           Félix Nogaret, el autor de Conversations avec un courtisane ou la Terre est un animal (1975), (Conversaciones con un cortesano o la Tierra es un animal), ya pretendía en su Podalire et Dirphé ou la Coùronne tient a la Jarretière (1801), (Podalira y Dirté o la Corona aspira a la Jarreteria), una novela rigurosa, cuyos principios científicos estuvieron hábilmente hilvanados con la ficción. Del mismo parecer fue Nepomucéne Lemercier cuando en L’Atlantiade ou la théogonie newtonienne (1812) afirmaba la necesidad de expresar la naturaleza sobre la base de sus “verdaderos fenómenos”.
           En esta actitud de rigor también podríamos mencionar a McDermont en su A Trip to the Moon (1728), (Viaje a la Luna), especialmente en la idea de obuses o cañones para llegar a la Luna, muy anterior, por supuesto, al viaje de Julio Verne. O a otros autores que comenzaron a coordinar el cientificismo con la ficción. Pero, indudablemente, el autor de De la Terre à la Lune (1865) será el iniciador indiscutido de la hard ciencia ficción. En él la ciencia, la aventura literaria y la profecía, servirán para colocarlo en lo más alto y al lado de un H. G. Wells, cuya The Island of Dr. Moreau (1896) incluye, a su manera, un avance en este sentido.
           Claro que Wells merece un acápite aparte porque en esa isla un sabio casi enloquecido, dedicado a la vivisección, convierte animales en seres humanos. Estos animales “regresan” en algun momento a su estado violento y primitivo y se alzan en rebelión contra su monstruoso creador. The Island of Dr. Moreau se erige así en una anticipación sobre la posibilidad de crear monstruos humanos. De aquí a la clonación o reproducción agámica, hay un solo paso.

La invención en Julio Verne

Entre todos los precursores del rigor científico trasladado a la ficción, Julio Verne será, indudablemente, el más importante. Obsedido ya, desde su adolescencia, por el interés de la ciencia, solía devorar las revistas especializadas como si éstas trataran de aventuras o de relatos de fantasmas muy difundidos en su época. El mismo dejó constancia de su comportamiento: “Solicitaba los libros, folletos o revistas en circulación, y después, haciendo una pila con ellos, los utilizaba como banco para sentarme e impedir que me los arrebataran. Y así los leía con avidez”.
           Alejandro Dumas, padre, lo presentará, ya joven, a los escritores y científicos de París. Aquí conocerá a los físicos, los matemáticos y los exploradores. Se hará amigo de ellos y se nutrirá del mundo maravilloso de la ciencia y la invención.
           En 1863 conocerá a Jules Hetzel, un editor que antes, con el seudónimo de P. J. Stahl, había escrito Las cuatro hijas del Dr. Marsh. Con él (y su crítica permanente) firmará un contrato por 20 años. Verne se obligaba a escribir dos libros todos los años. Escribió 104 en 40 años. La Colección Hetzel se hizo famosa. En uno de sus volúmenes, en 1865, expresaba:

“Un día el hombre viajará a los planetas y las estrellas como lo hace ahora de Liverpool a Nueva Cork con la acostumbrada facilidad, rapidez y seguridad. El océano de la atmósfera como los océanos de la Luna serán cruzados por el hombre. La distancia sólo es una palabra. La distancia no existe”.

No es casual, entonces, que Verne se constituya en el más grande precursor de la hard ciencia ficción. Y además como el anticipador más inventivo de todos los tiempos. Nos basta con enumerar sus anticipaciones para rendirnos el don profético que lo colocó entre los grandes escritores a pesar de los que le negaron el talento. Ya en De la Tierra a la Luna (1865) nos asombra al hablarnos de los ensayos que se realizan con un proyectil en el que se colocan un gato y una ardilla para verificar los efectos de la velocidad y el espacio. Después equipan el proyectil para su lanzamiento a la Luna. Lo hacen desde Florida (y así es en la actualidad). El proyectil es accionado por un cañón de 300 metros, algo así como el Saturno que conduce la cápsula espacial, pero mucho menor. En el proyectil de Verne viajan 3 hombres (como ahora) y 2 perros. Uno de éstos muere en el trayecto y es arrojado al espacio para quedar en órbita. ¿No es esto una precognición de forma, lugar y sujeto (los 3 hombres) del primer asalto a la Luna?.
           Mencionemos, sin embargo, los demás inventos de Verne que luego concretará la ciencia. En X. Nagrien (1867), la antigravedad. En Alrededor de la Luna (1870), la idea de utilizar cohetes destinados a evitar la satelización para regresar a la Tierra. En Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), el submarino. En Una fantasía del Dr. Ox (1872), el oxígeno comprimido. En Los quinientos millones de la Begum (1879), anticipa a Hitler y el racismo. El tirano se llama Herr Schutze. Gobierna en Stahlstadt, “ciudad del acero”, y se propone “conquistar el mundo”. “Su única obsesión es difundir la idea de que la raza germánica debe predominar sobre las otras, las cuales deben desaparecer. La raza germánica es superior a las demás”.
           Continuemos. En La casa de vapor (1880), el tanque. En Robur el conquistador (1886), el helicóptero, aunque Sam Moskovitz indica otro autor de 1884. En El castillo de los Cárpatos (1901), el cine sonoro (o televisión). En El dueño del mundo (1904), un vehículo multifuncional, apto para la tierra, el aire, el agua y la profundidad acuática. En La caza del meteoro (1908), un astro teledirigido. En El secreto de Wilhelm Storitz (1910), la invisibilidad, aunque ya Wells había escrito, en 1901, El hombre invisible. En La extraña aventura de la misión Barsac (1910), los cohetes teledirigidos.
           No hemos enumerado las obras cuyos anticipos, que son numerosos, no se han cumplido aun.
           Próximo a morir, lo que acontece el 24 de marzo de 1905, Julio Verne se expresó así ante los que asistían a su agonía: No olviden que la ciencia va a devorar al hombre. Cuídense de ella. Construyan un refugio donde puedan ocultarse con sus mujeres y sus hijos porque ya está próximo el fin del hombre y su familia.
           Su muerte fue tan lúcida como su escritura.

Ciencia en la ficción

Frans Rottensteiner define así la hard sciencefiction: “Es una escuela de ciencia ficción puramente científica. Designa un tipo de historia cuyo elemento científico es lo fundamental y no un elemento vinculado con los fines estéticos”. La  hard ciencia ficción que aproximadamente significa rigurosa ciencia ficción, abarca lo específicamente científico dentro de una escritura de ficción.
           La obra más importante en esta subespecie es The Black Cloud (1957), (La Nube Negra), de Fred Hoyle, en cuyas páginas se analiza una hipótesis referida a cierta nube cósmica que amenaza con invadir el sistema solar. Astrónomo y novelista, Fred Hoyle estudia científicamente este peligro que, de alguna manera, existe como una posibilidad remota en esta parte de nuestra galaxia. El mismo rigor lo hallamos en The triumph of Time (1958), (Triunfo del tiempo), de James Blish, y A Fall of Moondust (1961), (Caída de Polvo Lunar), de Arthur C. Clarke.
           Hal Clement, en Misión of Gravity (1953), (Misión Gravitacional) nos describe un planeta en el que la gravedad es de tres grados en el ecuador y cerca de 700 en los polo. Rottensteiner expresa que “Clement ha explicado en un artículo de Astouding Science Fiction (junio, 1953), cómo se han obtenido esta cifras en Meskin, un planeta imaginario, donde los terresianos, ayudados por los autóctonos, están obligados a conocer las informaciones contenidas en un cohetesonda que se estrella en la proximidad de uno de los polos”.
           La  hard ciencia ficción conserva el rigor científico dentro de una historia cuyos personajes se mueven cómodamente, según las reglas de la creación literaria. La hipótesis científica desarrollada, no queda librada al azar. En este sentido en una estructura estética. No confundamos, sin embargo, esta subespecie con lo que fue el origen de la ciencia ficción, pues entonces se falseaban los datos científicos o se los exponía con fines de divulgación. Aquí había ficción en la ciencia, pero no ciencia en la ficción.

 

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