La Revista Contemporánea

                La dirigió Juan Jacobo Bajarlía por imposición de Oliverio Girondo, cuando aquélla se gestó en su casa de la calle Esmeralda. Incluso dijo que él iba a pagar las tiradas en parte con el dinero que le solicitaría a Macedonio Fernández.
                Todo fue un espejismo. La revista fue impresa en la imprenta de los hermanos Araujo, ubicada sobre la calle Victoria, detrás del edificio del Congreso. La pagaba yo como podía, y en algún momento Edgar Bayley contribuía con unos pesos para evitar su clausura.
                Se publicó en dos épocas. El primer número apareció en agosto de 1948, con traducciones de René Char y Tristan Tzara, realizadas por mí, y dos poemas de Alain Gheebrant por Edgar Bailey. Llevaba un Manifiesto, también firmado por mí, un trabajo de Edgar sobre poesía, una columna denominada Tronera, donde dábamos cuenta de Carlos Drumond de Andrade, de Antonio de Undurraga y el letrismo.
                Llevaba, asimismo, colaboraciones de Juan Carlos Lamadrid, una de cuyas hijas llamadas Mara, iba a ser la esposa de un hijo de Juan Gelman.
                Había, inclusive, trabajos de Carmelo Arden Quin, Juan N. Mele, Matilde Werbin, esposa de Edgar Bailey, Max Bill, Eugenia Grenovich (Yente), esposa de Juan Del Prete, Martín Blaszco, el venezolano José M. Mena, Piet Mondrian, Tomás Maldonado, una nota sobre Vicente Huidobro, muerto en 1948, el año en que impusimos la revista.
                La revista se interrumpió en 1950. Reapareció en 1956 y 1957, con un dibujo de Juan Batlle Planas, también con mi dirección y la colaboración directorial de Alberto Vanasco, Miguel Brascó y Jorge Carrol.
                No faltaron poemas de Enrique Molina, Franciso Madariaga, Elizabeth Azcona Cranwell, Mario Trejo, J.E. Móbili, Raúl Gustavo Aguirre, Ramiro de Casasbellas, Fernando Guibert y Clara Fernández Moreno. Ni prosas de Raúl González Tuñón, Eduardo Dessein y Lubrano Zas. Ni traducciones de Dylan Thomas, Theodore Roethke, Jean Tardieu y otros. El mismo Eugene Ionesco me envió desde Rumania su drama La Lección, en idioma francés, que a su vez traduje al castellano, publicando a su vez una escena del mismo en la revista.
                Algunas colaboraciones fueron enviadas directamente a Contemporánea por los autores, y luego traducidas por mí, como las de Jacques Prèvert, Paul Eluard y Eugene Ionesco, cuyo primer traductor en Buenos Aires he sido yo. En el caso de Ionesco, incluí en el número I de la segunda época, una escena de la traducción que hice de su drama La Lección. En el caso de Prevert, fuí quien comenzó a difundirlo en Buenos Aires mucho antes de que Jean-Louis Barrault y su compañía lo hicieran.
                La revista agrupaba todas las tendencias de vanguardia de la época: el surrealismo, el madismo, el arte concreto-invención, el letrismo, el estructuralismo, el teatro del absurdo con Jean Tardieu, traducido por mí, y las otras expresiones que significaban “la revolución en el arte”, como expresaba el subtítulo del Manifiesto.
                Fue una revista revulsiva para su época.

Juan-Jacobo Bajarlía

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